En algún momento del milenio pasado, escuchando El Larguero, le preguntaban al presidente del Real Madrid de entonces, que si le había caído algo de la Lotería de Navidad, celebrada ese mismo día. El tipo contesta, con total normalidad, que poca cosa solo pedreas varias. Ante la insistencia de De la Morena, le confirma que unos 11 millones de pesetas. A lo que el periodista le pregunta que cuanto se había gastado en décimos, y le dice que 8 millones.
Para esto sirve la Lotería, amigos: para que los pobres den dinero a los ricos.
Hagan números: si compran tan poco, ya saben que es más fácil que les parta un rayo o les caiga encima un meteorito, antes de que les toque un premio gordo, dejen de soñar. En su lugar considérenlo una inversión, como hacen estos directivos-empresarios: cuanto más meto, más posibilidades hay de que el balance sea positivo.
Siempre se dice que la Lotería sirve para meterle dinero al Estado (motivo por el que se creó hace 200 años). Han de saber que el 70% de lo recaudado se reparte en premios, es decir, que se lo llevan los Ramón Mendoza o Florentinos Pérez de turno.
La próxima vez que vean en la tele a un pueblo perdido salvado de la miseria de las deudas por el sorteo, piensen que se trata de unos pocos demasiado afortunados, que se lo fundirán todo en poco tiempo y no volverán a ganar nunca más. En cambio el presidente del Real Madrid hace beneficios millonarios todos los años, porque para los pudientes la Lotería no es un sorteo, es una inversión, en la que colaboramos en una suerte de crowdfunding diabólico: la Lotería es el Kickstarter de los ricos.
Volviendo a lo que supuestamente es beneficioso para el Estado (ese famoso 30%), basta apuntar que se trata de un sistema de impuestos indirectos voluntario, en el que la cantidad no es proporcional a los ingresos de la persona. Es limosna: ante la incapacidad de dar una solución estructurada y permanente, se da lo que se tiene en el bolsillo, así por ayudar lo que se pueda, a ver si sirve de algo, manteniéndo así el status quo inmutable de situaciones insoportables que requieren medidas de mayor impacto.
En cualquier caso, tampoco es que la gente compre décimos porque piense que no paga los suficientes impuestos.
Un primer intento fallido de privatización del 30% (salida a bolsa) de Loterías tuvo lugar en 2011, pero nadie quiso comprarlo al precio esperado. Porque claro, a ver quién es el listo que compra una empresa cuyos beneficios han de revertirse al Estado... No les quepa duda de que este va a ser el camino, lo que obviamente terminará anulando ese ingreso estatal, para pasar a ser una casa de apuestas cualquiera, como esas tipo Bwin que hasta hace poco eran completamente ilegales (porque el malvado Estado poseía el monopolio de la cosa) y ahora puedes apostar 10 € a que vas a acertar quién se va a llevar la primera tarjeta amarilla del partido.
Para esto sirve la Lotería, amigos: para que los pobres den dinero a los ricos.
Hagan números: si compran tan poco, ya saben que es más fácil que les parta un rayo o les caiga encima un meteorito, antes de que les toque un premio gordo, dejen de soñar. En su lugar considérenlo una inversión, como hacen estos directivos-empresarios: cuanto más meto, más posibilidades hay de que el balance sea positivo.
Siempre se dice que la Lotería sirve para meterle dinero al Estado (motivo por el que se creó hace 200 años). Han de saber que el 70% de lo recaudado se reparte en premios, es decir, que se lo llevan los Ramón Mendoza o Florentinos Pérez de turno.
La próxima vez que vean en la tele a un pueblo perdido salvado de la miseria de las deudas por el sorteo, piensen que se trata de unos pocos demasiado afortunados, que se lo fundirán todo en poco tiempo y no volverán a ganar nunca más. En cambio el presidente del Real Madrid hace beneficios millonarios todos los años, porque para los pudientes la Lotería no es un sorteo, es una inversión, en la que colaboramos en una suerte de crowdfunding diabólico: la Lotería es el Kickstarter de los ricos.
Volviendo a lo que supuestamente es beneficioso para el Estado (ese famoso 30%), basta apuntar que se trata de un sistema de impuestos indirectos voluntario, en el que la cantidad no es proporcional a los ingresos de la persona. Es limosna: ante la incapacidad de dar una solución estructurada y permanente, se da lo que se tiene en el bolsillo, así por ayudar lo que se pueda, a ver si sirve de algo, manteniéndo así el status quo inmutable de situaciones insoportables que requieren medidas de mayor impacto.
En cualquier caso, tampoco es que la gente compre décimos porque piense que no paga los suficientes impuestos.
Un primer intento fallido de privatización del 30% (salida a bolsa) de Loterías tuvo lugar en 2011, pero nadie quiso comprarlo al precio esperado. Porque claro, a ver quién es el listo que compra una empresa cuyos beneficios han de revertirse al Estado... No les quepa duda de que este va a ser el camino, lo que obviamente terminará anulando ese ingreso estatal, para pasar a ser una casa de apuestas cualquiera, como esas tipo Bwin que hasta hace poco eran completamente ilegales (porque el malvado Estado poseía el monopolio de la cosa) y ahora puedes apostar 10 € a que vas a acertar quién se va a llevar la primera tarjeta amarilla del partido.