Finalmente votaré a Zapatero:

porque por fin un presidente se atrevió a romper el Concordato preconstitucional, porque suprimió los conciertos educativos, porque nos sacó de Afganistán, porque terminó con la violencia de género, porque mejoró el sistema educativo con sus reformas, porque modificó la fiscalidad para hacerla más justa y progresiva, porque mejoró el transporte público de este montañoso país, porque redujo el paro, porque mejoró la calidad del empleo, porque redujo el drama de la inmigración, porque consiguió que Concha Velasco y José Saramago firmaran el mismo documento, porque puso fin a los casos de tortura policial, porque defendió el derecho de crítica a la Corona, porque sacó por fin a la luz las cuentas de la misma, porque planteó el debate republicano, porque le hincó el diente a la Constitución, porque reformó las leyes electorales, porque terminó con la utilización partidista de radiotelevisión española, porque inyectó el superávit estatal en la Sanidad para reducir las listas de espera, porque lo que sobraba de esto lo metió en la Educación, porque se cargó el vergonzante comercio español de armas, porque mantuvo una posición neutral y desinteresada en el conflicto del Sáhara Occidental, de Kosovo y del resto, porque acabó con el personalismo de los candidatos, porque cumplió con Kioto, porque resolvió el conflicto vasco, porque se opuso a los transgénicos, porque rompió con el comportamiento neocolonialista de España en América Latina, porque apostó por la cultura y no por su negocio, porque introdujo la democracia participativa, porque introdujo la democracia directa, porque no ilegalizó partidos, porque no se casó con Carla Bruni, porque redujo la siniestralidad laboral, porque trasladó el crecimiento del PIB a nuestros salarios, porque Miguel Bosé nunca se equivoca, porque nunca metió en el gobierno a implicados en los GAL, porque acabó con el drama de la vivienda, por todo esto, votaré a Zapatero. Con alegría. Participación. E ilusión. Como hice con Huelmo.