14 de noviembre de 2014

Intersideralidades

No se dejen engañar por la propaganda europea: la misión Rosetta/Philae es un fracaso, pues no parece que vaya a poder hacer aquello para lo que se la envió: perforar. Como los arpones no se han clavado, no puede perforar nada, porque corre el riesgo de despegarse (la sonda de 100 kg pesa allí cinco gramos por la escasa gravedad del cometa). Al menos eso es lo que se sabe ahora mismo (edito: esto ha cambiado y sí ha perforado, el problema ahora es que no le da el Sol).

Vuelve la carrera espacial ?

No.

Ya saben, el éxito de Gravity e Interstellar y el nauseabundo panfleto europeo con que nos bombardean según escribo (esto es lo único que merece la pena que lean al respecto) hacen concluir a todo el que vive del éxito de esta misma propaganda que este es otro gran paso para la Humanidad, asimilable al aterrizaje en la Luna o, como no, al descubrimiento de América, y que vuelve el Espacio.

No amigos, el Espacio no vuelve, lo que vuelve es la moda por el tema, lo que permite vender productos, sean estos películas o simples reportajes televisivos que colocar entre dos tandas de anuncios.

Pero la carrera espacial está muerta y bien muerta. Hoy en día afortunadamente a nadie se le escapa que los americanos aterrizaron en la Luna para convencer al resto del mundo, que en 1969 dudaba abiertamente de no pocas de las bondades del Imperio, de que el capitalismo era mejor que el comunismo (de poco importó que la URSS venciera en absolutamente todos los hitos importantes previos de la carrera, por ejemplo alunizando una sonda diez años antes: EEUU vendió bien la idea de que la etapa que ellos habían ganado era la más importante a conseguir, y la propaganda entró muy bien en una Europa liberada no hace tanto -todo el mundo sabe que el ejército nazi fue derrotado por Estados Unidos, verdad, verdad?).

Desde luego aterrizar en la Luna, a esas alturas, no tenía demasiado interés científico, como bien demuestra la cantidad de veces que hemos vuelto a hacerlo (seis, y de la última hace ya 42 años).

No cabe duda de que coger muestras de un cometa (es decir, restos de los planetas tal como eran hace millones de años, y que no se han llegado a juntar) tiene cierto interés científico, y en ese sentido agrada ver como algún astrónomo se sale de la lógica puramente propagandística cuando responde a la pregunta de por qué no tenemos fotos en color del cometa ("Para qué? Ya sabíamos de qué color era!"). Pero la misión se proyectó mucho antes de la crisis y si no se ha cancelado es porque ya habíamos lanzado la sonda para cuando llegó a Europa la resaca de las subprimes.

No hay carrera espacial, digo, porque 1) Europa es un desierto científico acorde con la decadencia general del continente desde que rusos y americanos tuvieran que liberarlo por dos veces de los desmanes eugenistas de los alemanes y sus socios expansivos de latitudes remotas 2) Estados Unidos no es que no tenga dinero, es que no ve el interés de un desembolso millonario en algo que desde el principio no era más que una guerra política entre las dos principales naciones del mundo, y la segunda ya no existe 3) China, sin sorpresas, tiene un programa espacial que hace palidecer al resto de programas mundiales juntos. En algún momento van a necesitar quitarse el sambenito de la fábrica de productos baratos y cutres del mundo y qué mejor que mandar chinos a todos los santos planetas del maldito Sistema Solar, cueste lo que cueste, para que el mundo reconozca la para entonces más que probable superioridad tecnológica de su nación.

La NASA, que depende de la Rusia actual (!) para mandar astronautas a la Estación Espacial (en naves pos-soviéticas, pues), no está para plantarle cara a nadie, y mucho menos la ESA que bastante tiene con sacar rentabilidad a misiones como esta de Rosetta para aportar su granito al lastimosísimo "Véis como más Europa es bueno?", que en 2014 da más risa que nunca, sobre todo en boca de Hollande (vaya nombre para un presidente de la quinta República, no me jodan).

Mientras tanto, en la Tierra, unos se lamentan por el coste (en dinero público) de estas operaciones de imagen y marketing demasiado indirecto para la inversión metida, otros se lamentan de la falta de fondos para la investigación científica en general (y para la observación astronómica en particular) y por último algunos nos preguntamos si, dado que lo que legitima estos desembolsos a ojos del ciudadano medio es la eterna pregunta a resolver (que ya está resuelta: es un evidente no por pura deducción matemática), sobre si estamos solos en el Universo (lo que al parecer daría sentido a la existencia humana, ahora que lo hemos perdido por culpa del ateísmo que galopa a sus anchas en Occidente), no sería mejor centrarnos de una vez en esa parte mayoritaria de nuestra propia Tierra y de la que apenas conocemos lo más superficial (precisamente) pero de la que sabemos que alberga muchas especies extrañas aún por descubrir, algunas de tamaño considerable: los Océanos.