venga dos reflexiones que no suelen estar muy visibles en los manidos debates sobre las plataformas, "abro hilo" jaja:
1/
se habla poco de que las plataformas ala Netflix representan el modelo
de creación cultural USA donde siempre ha sido el productor el autor
(frente al europeo en el que el autor es el director de una peli, máxime
en los casos en que también es su guionista)
tradicionalmente
el Oscar a la mejor película es para los productores, y son ellos
quienes suben a recogerlo. El director es un artesano, un empleado más
de la "fábrica de sueños"
trasladado
a 2021, las películas comienzan con el logo gigante de Netflix y se da
la opción de cortar los títulos de crédito al final. Con eso está todo
dicho. Las pelis y series son "de netflix" no de "insert respected movie
director name here"
pero
eso solo son símbolos y ejemplos: el verdadero problema es que en el
modelo USA el corte final (el montaje que se va a estrenar, que escenas
se van a mostrar y cuáles no, etc) lo tiene el productor casi siempre.
En Europa, antes de la llegada de estas plataformas, lo tenía el
director
Mucho
se habla de que si el buen cine está en las series, de que si el
talento está en el formato serializado de las plataformas (todos esos
grandes nombres que se han pasado a las pequeñas pantallas) y, aunque al
menos entre cierta crítica se reconozca que el formato serial siempre
fue una estructura inferior para la narrativa (de ahí el triunfo de la
novela en su día), demasiado encorsetado y codificado en función de su
forma de distribución y su inmediatez,
(es
decir, que vivimos un momento regresivo en el cine, que podemos
comenzar simbólicamente con la partición de Kill Bill en dos películas,
del mismo modo que la industria musical está en clara regresión en estos
tiempos de Spotify y la vuelta al single (la canción suelta) como
unidad principal cultural de la música (en lugar del disco completo, el
álbum, figura totémica que nace como ente narrativo propio en los 60 y
que nos ha traído las décadas más creativas de la música popular)
(regresivo
porque volvemos al serial, a la historia partida en episodios, en la
que se dispone de mucho más tiempo para el desarrollo, pero queda
desperdiciado y diluido la mayor parte de las veces, perdiendo la
narrativa buena parte de su brillo como historia única monolítica)
(digo
que comienza acaso con Kill Bill pero obviamente tiene sus exponentes
en todas esas sagas, trilogías, decalogías etc estiradas hasta la
saciedad y presentadas como telenovelas seriadas, en su raiz no muy
diferentes de un culebrón venezolano)
(un abrazo a toda la comunidad venezolana que no nos está leyendo)
(y
obviamente el éxito mediático y crítico de las series es una
consecuencia de la conversión de los largometrajes de éxito en series
camufladas
retomo la frase inicial que me desvío del mensaje principal con tanto ejemplo:
decía
que, aunque una minoría todavía sea capaz de reconocer (en voz baja
porque su sueldo está en juego) que el formato serial es una "vuelta a
las cavernas" de la narrativa audiovisual (hablando en conjunto,
obviamente hay series que
son muy buenas, y mejores que la mayoría del
cine actual)
lo
peor de todo ello, y que para mí está detrás de todo esto, es que si,
como en la música popular hace unos 10-15 años, se ha vuelto a un
formato antiguo y superado de difusión cultural (partición de la
historia en trozos más digeribles y en pantallas más pequeñas pero
ubícuas), es por pura supervivencia, y hete aquí la triste y acaso
terrorífica conclusión de todo este ladrillo:
que
el que las series (y las sagas de superheroes y los universos
herméticos, etc) triunfen, no es más que la demostración de que el cine
como arte popular, está perdiendo toda su relevancia social
como
le ha pasado a la música hace bien poco, que ya no influye apenas en
los jóvenes (como sí lo hizo en los 60, 70, 80, 90 y 00 un poco aún)
la
música nunca está en el debate social, ninguna figura pública cita
letras de canciones para ejemplificar nada ni para protestar ni para
conformarse siquiera: ha perdido vigencia social, importancia en la
sociedad. La música popular es cada vez más culturalmente irrelevante
para las masas (algo que seguro que cambiará más adelante, esperemos)
pues
con el cine lo mismo, pero estamos asistiendo, pienso, a ese momento
ahora mismo, y va a ser un proceso más largo y discreto que con el rock.
El "grand remplacement" de órdago que le está haciendo el videojuego al
cine no parece tener vuelta atrás a corto plazo
un
buen ejemplo muy gráfico aunque seguramente un poco tonto sea Scorsese:
observen el impacto que causaron sus películas a finales de los 70 y en
los 80 y observen ahora el impacto social y cultural de El irlandés
pese
a toda la maquinaria multimillonaria de promoción de Netflix, mucho
mayor que la que tuvieron en su día sus películas más míticas
too
long; didn't read (TL;DR) el cine se está convirtiendo en la puta
ópera. O en el teatro que, con todos los respetos y salvo excepciones
como lo de Francia (por ser un país donde la cultura está muy incrustada
en el tiempo de ocio, y este además es mayor), tiene cero relevancia
social desde hace ya muchas décadas. Nadie habla nunca de obras de
teatro salvo en círculos muy precisos, en cambio de cine (y ahora de
series, siendo este el ejemplo del inicio de la decadencia hacia la
irrelevancia) siempre se ha hablado en cualquier conversación de bar,
aunque fuera de películas temibles tipo Taxi 7 (no sé si existe).
así que ese es la penosa perspectiva del cine actual: el dejar de ser relevante como arte popular
Bastante
gente lleva años denunciando que se tiende peligrosamente hacia dos
tipos de cine: el de palomitas cada vez más tonto y el de autor cada vez
más intelectual y para entendidos
pues
es un poco eso, que cada vez habrá menos películas que conjuguen arte
culto y cultura popular: el cine está dejando de ser relevante
socialmente porque ya no consigue aunar alta y baja cultura, y eso le
condena a convertirse en... ópera
a
los que adoramos el cine de autor y tal pues seguiremos pudiendo verlo,
cada vez en salas más pequeñas, pero en pantalla grande, porque en eso
se van a convertir las salas de cine: en teatros u óperas, donde solo
vamos unos pocos elegidos (por clase), por desgracia
y luego pues el cine de superhéroes en pantallas de móvil plegables jaja
y
las salas de cine se alejan cada vez más de la relevancia social que
puede tener un estadio o en su día un escenario de concierto o festival
de música para parecerse cada vez más, como decimos, a museos, en el mal
sentido del término
en sitios donde la gente no entra ni aunque sean gratis y estén paseando cerca
addendum
a modo de ejemplo de lo dicho en 1/: La banda sonora de la nueva peli de Jane Campion, a
cargo del guitarrista de Radiohead, no menciona a su directora como es
costumbre en ese paréntesis, sino a la empresa productora, es tristísimo
que se considere que es antes una peli de Netflix que de la directora
de El piano: https://pitchfork.com/reviews/albums/jonny-greenwood-the-power-of-the-dog-music-from-the-netflix-film/
Tendremos que hacer un poco autocrítica de esta reflexión también: la forma de separar siempre la cultura entre alta y baja no deja de ser una forma anglosajona de concebirla, que es precisamente el modelo de no-autoría que estábamos criticando en 1/.