Acabo de ver otros 20 minutos del, acaso, mejor programa generalista que existe en la televisión española. No es mucho decir. Jordi Evole es el Michael Moore español. Esto en boca de mucha gente sería un insulto; en mi caso es una alabanza.
Ese estilo relativamente repelente de la televisión actual, estos reportajes "a pie de calle" (que es como se llamaban antes de estar de moda), siguiendo al reportero en primera o segunda persona, mezclándose con los locales y sus costumbres, viviendo la experiencia en lugar de contarla (y Hunter S. Thompson removiéndose en su tumba) es lo que hoy marca cualquier programa de no ficción (y no pocos de ficción).
Por un lado tenemos ese programa de audiencias superlativas, que representa el éxito de los programas tipo "te vamos a mostrar las cosas tal como son de cerca, de verdad, y no como en las guías de viajes": un día en la vida de un limpiador de alcantarillas, un día con los ricos, un día con unos ecuatorianos en Dos Hermanas, un día con un gallego en LA Bretaña Francesa... Amparado por el éxito del lonelyplanetismo, para los adoradores de este formato todo es alternativo, todo es diferente, más real, más auténtico, más huyendo de los tópicos. Ni que decir tiene que, como los tufos de reportajes del "París que no sale en las guías" de El País (que pertenece a un grupo que edita trillones de guías de viajes clásicas y modernas), esto dista mucho de conseguir su objetivo de mostrarnos algo diferente. Mediante una conclusión tan abrupta como beaudrillardesca (o era Bourdieu?), diremos que la naturela del formato, el medio en que se produce y los medios con los que se reproduce, fuerzan a que el objetivo sea crearnos esa sensación de diferencia, sin importar que sea real o no (no suele serlo). A mí lo que me perturba es que su argumento de venta sea precisamente ese realismo pretendido.
Pero volviendo al motivo de esta entrada: SALVADOS es el programa faro de la crisis, lo que lo convierte en el mejor programa de la televisión de los últimos cinco años, por varias razones:
Primero, porque retoma el título del programa más popular de la televisión, Sálvame, ese que aúna en unas horas de infamia toda la mierda del país y que sintetiza como ninguno el estado de las cosas en España: de pronto basta con comprender sociológicamente el fenómeno Jorge Javier Vázquez (si es que sigue siendo el presentador) y sus Valquirias Belén Esteban y cía para darse cuenta de porqué a España le va mucho peor que al resto. Y menos mal que en el extranjero esto apenas se conoce, porque de lo contrario nos pedirían que devolviéramos los fondos FEDER, y eso sí que iba a ser un chiste malo.
Segundo, porque lo presenta el Follonero con un ímpetu didacticista que uno no puede entender cómo algo así pueda pasar en horarios decentes en una cadena nacional. Hombre, es la Sexta, que no es muy grande y además siempre sospechosa de catalanismo trasnochado, pero sigue siendo una audiencia, por lo tanto, de cientos de miles de personas. Mientras nos llevamos las manos a la cabeza porque van cerrando o amenazando a los programas 15Mistas (CQC en su día, hoy El Intermedio, Carne Cruda, etc.), no parece que este levante tantas ampollas y sin embargo:
Tercero, porque haces mucho más explicando el origen de los problemas que montando un pifostio con unas declaraciones antibanqueros. No entraremos en el cansino debate de si es legítimo hacerlo desde la cadena de un millonario porque eh, ya les he dicho que yo defiendo a Michael Moore (y hay que tragar mucho para defender esos métodos) y todas las opciones (cambiar las cosas desde dentro, desde fuera, bajo el mar o desde la Luna, como hacía De Gaulle) me parecen buenas. No obstante:
Cuarto: el efecto de este programa, como siempre, es cercano a nulo, cierto (la paradoja Simpsons de nuevo). Pero, qué narices, tiene un algo. Tiene ese algo que te deja fascinado: ves en pantalla, animado y explicado por gente que lo vive de primera mano (es más interesante cuando entrevista a economistas rojos o a brokers redimidos que cuando lo hace al típico señor de la calle que representa al español medio que sufre, es decir a nosotros -vosotros debería decir), lo que ya has leído tantas veces en sesudos artículos paraeconómicos sobre todo lo que está pasando y de dónde viene todo esto. La sensación al ver el reciente programa sobre las Cajas (me he saltado la parte de alabanzas a Rosa Díez, me lo van a permitir) es la de "ya sabíamos todo esto, pero así explicado no hacía falta leerse tanta cosa para llegar a lo mismo y cualquier lego en temas económicos puede comprender lo que se está diciendo". Esa capacidad de ir a lo esencial, sin dejarse matices importantes ("el problema no es que que haya políticos en las cajas": glorioso) es uno de los puntos fuertes del programa.
Mientras ExM aprovecha las ganas que tiene la gente de creer que otro país es posible, enseñándonos como viven los que son como nosotros (y no esos sucios extranjeros) en otras latitudes (parece que todos han venido por amor a un nativo y se han comprado con él o ella una casa en las afueras o en el campo y cobran el doble o el triple pero echan de menos el sol o los amigos y el jamón o la tortilla, que sea en Noruega, Francia o Japón), 'Salvados' aprovecha el mismo formato para colarnos lo que deberían ser aburridos reportajes de Informe Semanal, sección hojas salmón, en prime time, compitiendo con 'Aída'. Hace unos años era inconcebible que, Javier Martín, reportero default del 'Caiga Quien Caiga', hiciera un reportaje sobre el funcionamiento de las Cajas de Ahorros y su colapso. Todos guardamos un estupendo recuerdo de aquel programa, pero la nostalgia es mala compañera: por entonces, salvo por el brutal nihilismo de un Pablo Carbonell precultural, todo eran convenidas preguntas incómodas al político de turno y hacer que el Rey se pusiera las gafas de sol del programa.
Ese estilo relativamente repelente de la televisión actual, estos reportajes "a pie de calle" (que es como se llamaban antes de estar de moda), siguiendo al reportero en primera o segunda persona, mezclándose con los locales y sus costumbres, viviendo la experiencia en lugar de contarla (y Hunter S. Thompson removiéndose en su tumba) es lo que hoy marca cualquier programa de no ficción (y no pocos de ficción).
Por un lado tenemos ese programa de audiencias superlativas, que representa el éxito de los programas tipo "te vamos a mostrar las cosas tal como son de cerca, de verdad, y no como en las guías de viajes": un día en la vida de un limpiador de alcantarillas, un día con los ricos, un día con unos ecuatorianos en Dos Hermanas, un día con un gallego en LA Bretaña Francesa... Amparado por el éxito del lonelyplanetismo, para los adoradores de este formato todo es alternativo, todo es diferente, más real, más auténtico, más huyendo de los tópicos. Ni que decir tiene que, como los tufos de reportajes del "París que no sale en las guías" de El País (que pertenece a un grupo que edita trillones de guías de viajes clásicas y modernas), esto dista mucho de conseguir su objetivo de mostrarnos algo diferente. Mediante una conclusión tan abrupta como beaudrillardesca (o era Bourdieu?), diremos que la naturela del formato, el medio en que se produce y los medios con los que se reproduce, fuerzan a que el objetivo sea crearnos esa sensación de diferencia, sin importar que sea real o no (no suele serlo). A mí lo que me perturba es que su argumento de venta sea precisamente ese realismo pretendido.
Pero volviendo al motivo de esta entrada: SALVADOS es el programa faro de la crisis, lo que lo convierte en el mejor programa de la televisión de los últimos cinco años, por varias razones:
Primero, porque retoma el título del programa más popular de la televisión, Sálvame, ese que aúna en unas horas de infamia toda la mierda del país y que sintetiza como ninguno el estado de las cosas en España: de pronto basta con comprender sociológicamente el fenómeno Jorge Javier Vázquez (si es que sigue siendo el presentador) y sus Valquirias Belén Esteban y cía para darse cuenta de porqué a España le va mucho peor que al resto. Y menos mal que en el extranjero esto apenas se conoce, porque de lo contrario nos pedirían que devolviéramos los fondos FEDER, y eso sí que iba a ser un chiste malo.
Segundo, porque lo presenta el Follonero con un ímpetu didacticista que uno no puede entender cómo algo así pueda pasar en horarios decentes en una cadena nacional. Hombre, es la Sexta, que no es muy grande y además siempre sospechosa de catalanismo trasnochado, pero sigue siendo una audiencia, por lo tanto, de cientos de miles de personas. Mientras nos llevamos las manos a la cabeza porque van cerrando o amenazando a los programas 15Mistas (CQC en su día, hoy El Intermedio, Carne Cruda, etc.), no parece que este levante tantas ampollas y sin embargo:
Tercero, porque haces mucho más explicando el origen de los problemas que montando un pifostio con unas declaraciones antibanqueros. No entraremos en el cansino debate de si es legítimo hacerlo desde la cadena de un millonario porque eh, ya les he dicho que yo defiendo a Michael Moore (y hay que tragar mucho para defender esos métodos) y todas las opciones (cambiar las cosas desde dentro, desde fuera, bajo el mar o desde la Luna, como hacía De Gaulle) me parecen buenas. No obstante:
Cuarto: el efecto de este programa, como siempre, es cercano a nulo, cierto (la paradoja Simpsons de nuevo). Pero, qué narices, tiene un algo. Tiene ese algo que te deja fascinado: ves en pantalla, animado y explicado por gente que lo vive de primera mano (es más interesante cuando entrevista a economistas rojos o a brokers redimidos que cuando lo hace al típico señor de la calle que representa al español medio que sufre, es decir a nosotros -vosotros debería decir), lo que ya has leído tantas veces en sesudos artículos paraeconómicos sobre todo lo que está pasando y de dónde viene todo esto. La sensación al ver el reciente programa sobre las Cajas (me he saltado la parte de alabanzas a Rosa Díez, me lo van a permitir) es la de "ya sabíamos todo esto, pero así explicado no hacía falta leerse tanta cosa para llegar a lo mismo y cualquier lego en temas económicos puede comprender lo que se está diciendo". Esa capacidad de ir a lo esencial, sin dejarse matices importantes ("el problema no es que que haya políticos en las cajas": glorioso) es uno de los puntos fuertes del programa.
Mientras ExM aprovecha las ganas que tiene la gente de creer que otro país es posible, enseñándonos como viven los que son como nosotros (y no esos sucios extranjeros) en otras latitudes (parece que todos han venido por amor a un nativo y se han comprado con él o ella una casa en las afueras o en el campo y cobran el doble o el triple pero echan de menos el sol o los amigos y el jamón o la tortilla, que sea en Noruega, Francia o Japón), 'Salvados' aprovecha el mismo formato para colarnos lo que deberían ser aburridos reportajes de Informe Semanal, sección hojas salmón, en prime time, compitiendo con 'Aída'. Hace unos años era inconcebible que, Javier Martín, reportero default del 'Caiga Quien Caiga', hiciera un reportaje sobre el funcionamiento de las Cajas de Ahorros y su colapso. Todos guardamos un estupendo recuerdo de aquel programa, pero la nostalgia es mala compañera: por entonces, salvo por el brutal nihilismo de un Pablo Carbonell precultural, todo eran convenidas preguntas incómodas al político de turno y hacer que el Rey se pusiera las gafas de sol del programa.
Probablemente el punto más flojo sea, una vez obviados los defectos del formato (consustanciales a su existencia misma), que llega tarde, demasiado tarde. Y cabe hacerse una pregunta tan fatídica como retórica: habría podido emitirse ANTES de la crisis? Habría el Follonero hecho en 2003 (PP) ó 2005 (PSOE), un programa sobre la economía financiera especulativa, sobre el plan para las Cajas, sobre las megaconstrucciones, sobre los salarios de los poderosos, sobre la dependencia de España de una economía naturalmente volátil como la construcción... cuando todo eso ya estaba ahí entonces y ya llevaba tiempo sobre la mesa? Cuánto tiempo hubo que dar la matraca con aquello de que construíamos más que Reino Unido, Francia y Alemania juntos y que eso era muy mal síntoma de algo que todos los listos del patio negaban categóricamente que pudiera pasar? Porque no existía 'Salvados' entonces? Es Salvados un producto de la crisis? Es 'Salvados' el mensaje que el capitalismo manda a los progres para mantenerlos contentos, en el redil, para que puedan insultar al banquero y no vayan más allá? O cumple 'Salvados' con su loable objetivo de concienciar sobre el origen (y, por lo tanto, solución) de los problemas de la sociedad actual?