Uno se da cuenta de que ha quedado encajado a medio camino entre dos generaciones a las que se presupone mayor identidad (la X de 1977 y la Y de 1985 -los millennials), cuando no tiene un opinión enfervorecida pro o anti Rosalía (que viste ahora mismo notaza en Pitchfork como pueden comprobar a la izquierda).
El disco es curioso, es de hecho mucho más interesante que los singles, que no hacen sino subirse a las últimas olas (el trap mezclado con cualquier cosa), y se nota la mano de El Guincho, que por fin pega el pelotazo, de la mano de los vídeos de los sempiternos Canada, de quienes ya hablamos aquí en su día.
Pero la mayor parte del mérito parece que le corresponde a ella, que por una vez no es un producto al uso al que adosar a un disco ya compuesto y pre-producido (no deja por ello de tener un éxito desmedido por la maquinaria publicitaria de la multinacional de turno, porque una cosa no quita a la otra). Se ve que la chica lleva años dándole al flamenco, componiendo, etc.
Lo más sorprendente es la segunda mitad del disco y, más en general, todas esas canciones sueltas que no parecen encajar en una producción tan mainstream y que tanto apunta al reino del pop...