El problema, Señora, no son los gobernantes: el problema son los gobernados.
Qué cómodo resulta echarle la culpa a una reducida élite por sus decisiones/prácticas cuando lo que está fallado, a todas luces, es la población. O las ideas de la población. Porque si de golpe y porrazo gobernara cualquier ciudadano de a pie, nos íbamos a cagar.