A finales de 2013 el videojuego goza ya por fin de una plena legitimidad como forma de arte: una 'nueva' disciplina queda oficialmente reconocida cuando A) los modernillos de cada época -hoy, los gafapastas- claman que es un arte total porque integra todos los anteriores (ya se dijo del cine, o de la ópera en su día) y/o B) cuándo los que quieren parecer modernillos lanzan al aire la esperada 'Cuándo veremos el Ciudadano Kane de los videojuegos?', hoy ya prácticamente convertida en un meme y en inesperado elemento de marketing.
Como decía, este año se han dado ambos casos en repetidas ocasiones, basta con echar un vistazo a KillScreen, JotDown, MondoPixel o similares para comprobar cómo estas webs censan la ingente cantidad de veces que en los últimos tiempos se habla de cada nuevo juego como la nueva obra de arte definitiva.
Tal como sucediera con el cine hasta los años 20, el videojuego sigue en su mayor parte en su etapa de entretenimiento de feria: el elemento circense sigue siendo el predominante y el que determina la creación misma de cada juego.
Ahora bien, ahí están los Braid, Journey, Fez, Limbo, Bastion o Portal (casi todos indies, como no) o, desde un acercamiento más radical (el de la forma artística y narrativa precediento al equilibrio de lo que el jugador espera en términos de interactividad), Dear Esther, Passage, Papers please, Cartlife o Proteus, para demostrar que efectivamente esta disciplina artística bien ha merecido su actual reconocimiento.
Queda pendiente la legitimación de las bandas sonoras de videojuegos. No queremos ser pesimistas, pero la consideración de música seria con respecto a las bandas sonoras de películas tardó mucho en llegar. Hoy en día en su mayor parte no dejan de ser puntuaciones de violín para terminar de sacarnos esa lagrimilla que se resiste.
Por supuesto en el videojuego sucede más o menos lo mismo. Si buena parte del cine sigue siendo demasiado deudor del teatro, en el videojuego tenemos en las 'cinemáticas' el símbolo perfecto de la exclavitud con respecto a una forma narrativa, la del cine, que tiene muy mal encaje en el videojuego (excepción hecha quizás de Max Payne y su vuelta de tuerca al homenaje cinematográfico 'noir'). Y por ello la música de los videojuegos suele reproducir y potenciar los problemas de la música de las películas (violines, grandilocuencia, ya saben).
Pero en el caso de algunos juegos indies (desarrollados por equipos pequeños y no sujetos a exigencias industriales de alta rentabilidad que permitan recuperar las fuertes inversiones), la música es tan buena o mejor que un juego ya de por si redondo. Ya saben, o deberían, que hice un recopilatorio que mezclaba músicas de videojuegos con músicas influidas por el lenguaje de los mismos ('Off/I never finish anyth' que pueden descargar a mi derecha), pero lo que me ha motivado a escribir por fin de nuevo en este blog han sido dos discos (los que más estoy escuchando en estos momentos) y una película, intrínsecamente relacionados entre sí por la relación que guardan con el mundo del videojuego:
- el nuevo disco de Oneohtrix Point Never: R plus seven
- la banda sonora del juego FEZ, por Disasterpeace (aquí, ir a sección soundtrack analysis)
- la película china Distant, para mí la sorpresa del Festival des 3 Continents
'Distant' se distancia (perdón) del teatro con una decisión muy sencilla y eficaz (no se ve ni una sola cara de cerca en toda la película, y por lo tanto ninguna expresión facial) que involuntariamente le acerca al videojuego pre-cinématico (el de los 80 y 90) y al videojuego indie de estética pixelada y personajes pequeños evolucionado en un marco grande e inmóvil (forma estética tradicional de este medio). La película se compone de 13 largos planos secuencia fijos y alejados, en los que vemos la evolución de los personajes u objetos en distintas zonas de la pantalla.
Con respecto a los dos discos, el hecho de que algunas canciones parezcan intercambiables entre ambos, demuestra todo lo que estoy intentando decir: que la música de videojuegos está llegando a un punto de madurez suficiente como para poder ser tratada con la misma consideración que la música normal. Y esta debe de ser la primera vez en la Historia en que alguien tilda a Daniel Lopatin de tipo normal.