Otra de esas entradas de "con la que está cayendo y tú hablando de chorradas" pero eh, igual esto da más que pensar sobre lo que está pasando en España que leer la enésima indignación de los medios sociatillas de turno, que saben perfectamente que la única diferencia entre lo que está haciendo el PP y lo que hubiera hecho Rubalcaba es que este no habría exclamado un "que se jodan". Y habría sonreído más.
Los Simpson, la serie más duradera, que ha revolucionado las series de animación, con tantos y tantos émulos (hoy, pasado el efecto de moda, superados de nuevo por el original: South Park, Futurama, American Dad, los Griffin...) y blahblahblah, está a punto de ganar la absurdísima guerra de series que se ha inventado El País para aumentar su contador de visitas (en la que ni siquiera participa la mejor y en la que apenas había una británica, que ya saben que son sistemáticamente superiores) por la simple razón de que es la más conocida por el españolito medio, frente a las moderneces conservadoras de los grandilocuentes culebrones norteamericanos disfrazados de épica.
Pues eso, que los Simpson no están de moda, pero no han perdido apenas acidez en 23 años y, aunque algunos dirán que la crítica que hacen al sistema (consumismo, capitalismo salvaje, etc etc. muy evidente en cada episodio), ha sido convenientemente desactivada (y eso explicaría su longevidad y el hecho de que se emita en la Fox ¡LA FOX! o su equivalente ibérico, Antena 3 ¡ANTENA 3!), pero ahí está, con su doble lenguaje (bromas tipo slapstick para los niños, radiografía de la miseria moral de Occidente para los adultos) dando mamporros a todo quisqui. Con los años Bart Simpson ha perdido importancia en favor de su padre, pues el niño no servía para el verdadero propósito de la serie sino para atraer a ese público joven y para conseguir que los programadores europeos la metieran en horario infantil (tela).
Frente a eso, tenemos un fenómeno mucho más de moda, las películas de Pixar (el día que decidan hacer una serie -para la HBO, por supuesto, y con el aprobado previo de Carlos Boyero, puede ser el acabose), que ya saben que es uno de mis demonios particulares ("es el Sabina de la animación", debería decir con desprecio todo buen tunante). Todos los años la misma expectación, ohdiosquesolofaltantresmesesparaelestrenodelanuevafotocopiadetoystory, y la misma misa mediática ala Apple (que no por nada guardan relación). Y todo para una mierda conservadora de moralina barata en 3D. Eso sí, "que esto no es como los dibujos para niños, que hay chistes para adultos que un niño no puede comprender", como si ahora los adultos legitimaran ir a ver cine infantil SIN niños de por medio con el clásico proceso tribal de sentimiento de pertenencia a un club exclusivo al que el resto de mortales no pueden entrar (menudo club exclusivo: todo ciudadano mayor de edad).
Porque el doble lenguaje de Pixar es humor slapstick + mascotas graciosas para los niños y "humor inteligente" (aaaaggghhh!) para los adultos, con bromas referenciales supuestamente paródicas. Pixar no se ríe de las convenciones: las perpetúa. Son los nazis de la animación. Los Loquillo del cine infantil: cuando no sobran del panorama es porque están haciendo algo mal. Como no se me ocurren más hipérboles, voy a ir terminando. Ya saben que si a las series americanas preferimos las británicas (añadan a la lista The thick of it -no se la pierdan-, Black Mirror o Sherlock, y de paso apúntense las españolas Crematorio y Qué fue de Jorge Sanz), a Pixar preferimos Ghibli, pese a su disneyficación galopante de los últimos años.