Hace unos años hubiera pensado que se trata de las dos organizaciones más grises, aburridas y tecnócratas que hay en España. Hoy son mis héroes particulares: los únicos capaces de salvar España. La primera es el sindicato de los Inspectores de Hacienda,que lleva años denunciando las triquiñuelas de los que manejan el dinero, denunciando la economía sumergida y pidiendo más fondos y personal para perseguir el fraude fiscal, posiblemente la madre de todos los problemas que atraviesa el país. Si han seguido las noticias relacionadas con todo esto en los últimos años, comprenderán que un colectivo odiado hasta la médula hasta hace bien poco, ha mejorado notablemente su imagen gracias a que algunos nos hemos dado cuenta de que ese mal rollo que nos transmitían nos venía dado por el tufillo liberal de las películas de Hollywood con las que nos hemos criado todos.
La segunda es aún mejor, pues pretende, sin apenas poder ni altavoz, arreglar la madre de todas las causas que están en el origen de los problemas de España. Y tiene un nombre ridículamente kafkiano que ni Terry Gilliam habría podido inventar: estoy hablando de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles. No me digan que no es glorioso. Esta gente viene a decir que eso que nos envidian en el extranjero (ya saben hacer la fiesta, la siesta, acostarse tarde y tener tanto sol...) está en el origen de la baja productividad española y que esta a su vez intenta ser compensada por los empresarios a base de absurdo presencialismo (ya saben: no irse de la ofi antes del jefe, hacer horas extras sin cobrarlas, etc.), cuya consecuencia más evidente es que el trabajador se siente legitimado para no trabajar bien, pues le obligan a quedarse contra su voluntad (y su contrato).
Algunos eurófobos y algunos tradicionalistas replican que esta es otra de esas imposiciones comunitarias que pretenden acabar con la especificidad cultural española: vamos, como si fuera otra de las temibles consecuencias de la globalización. Como si todo lo que conllevara armonizarse con Europa fuera malo. Tengan cuidado con esto: se lo dice un eurófobo antiglobalización.