Lo que está pasando con las Cajas de Ahorro en España es una de las tres o cuatro cosas más graves en los últimos años y pocos parecen haber tomado la dimensión real de unas nefastas consecuencias difíciles de medir en el tiempo.
Veamos, las Cajas se diferencian de los Bancos en dos aspectos esenciales: están sometidas, al menos parcialmente, al control político y obligadas a revertir parte de sus beneficios en la Obra Social (dar dinero para cultura, acciones sociales, etc. o colaborar con gentes dedicadas a hacer el Bien). Obviamente algunas pervienten este concepto para su propio beneficio (notorías las hipocresías de La Caixa o Caja Madrid) y a todas les da una imagen y una publicidad que al final les sale barata, pero el concepto ahí está, que no es poco en los tiempos liberales que corren.
El affaire de las fusiones es un caso de libro de manipulación de la opinión pública en toda regla: de casos recientes similares sólo soy capaz de recordar aquello de los controladores aéreos ricachones son tan malos que tenemos que sacar los tanques a la calle para asegurar las vacaciones del pobre obrero, y ahora que todos pensáis que con lo que cobran no es normal que puedan hacer huelga, ZAS, los privatizamos y a todos nos parece bien, no?
Con las cajas ha pasado algo similar. Llevan años con la matraca de lo malo que es que haya políticos en los Consejos de Administración de las Cajas, que si son puestos dados por el partido de turno y que es un desastre de ineficiencia y de control político intolerable. Claro, cuando sabes que ese control lo ejercen Gallardón o, niños cierren los ojos, Esperanza Aguirre (lo del se lo quitamos al hijoputa, recuerdan?), nos llevamos las manos a la cabeza y gritamos: fuera control político!
Pero ay amigo. Es que es lo que tiene la democracia representativa: que el pueblo (We, the people, ya saben) elige a sus representantes y estos a sus vez a otros representantes para las instituciones controladas por el pueblo (la Administración, lo que incluye parcialmente a las Cajas de Ahorros). Y nos puede parece mal que Esperanza Aguirre tenga tanta mano en Caja Madrid, pero es que lo quieren los madrileños, al menos dentro de este sistema electoral.
Y ahí duele, porque, cuál es la alternativa? El funcionamiento de los Bancos? Eso parece, ya que las fusiones de Cajas y la nueva regulación del sistema financiero español, más acorde con Europa, transforma de facto estas entidades en Bancos (ahí está Bankia para demostrarlo). Y bueno, cuál es el sistema democrático de un Banco? Pues el mismo que el de cualquier empresa privada: NINGUNO. Ya me dirán los que tengan cuentas en el Santander si alguna vez les han hecho llegar una papeleta para sacar a Botín del poder. En las Cajas al menos sabes que los partidos ejercen cierto control. Tampoco es que sea la panacea, como digo: de hecho hace ya tiempo que el funcionamiento de las Cajas se parecía demasiado al de los Bancos. Así y todo, yo prefiero que tenga mano un mal político elegido por borregos antes
que un banquero eficiente que ha escalado posiciones en la dirección
porque sabe maximizar beneficios a costa de cualquiera. Es una cuestión de principios: Aguirre > Botín.
De lo que aquí estamos hablando es de una privatización de las Cajas en toda regla. Eso sí, saneándolas primero con dinero público, como se hace siempre. Quizás lo peor sea que esto inicia el deterioro definitivo de la Obra Social (lo más parecido en lo social que teníamos en España a iniciativas francesas como el Livret A) y que ya no podremos decir aquello de al menos mi Caja Duero no invierte en armas como el BBVA. Al lado de todo este infierno financiero, la banca ética (con los pesaos, porque mira que son pesaos, de Triodos Bank a la cabeza) parece el paraíso. No lo es. Pero es que ni siquiera son dimensiones de maldad comparables.
Por cierto que Bildu, ese partido nacionalista (independentista) vasco que gobierna San Sebastián, ha conseguido proteger las Cajas vascas mediante una fusión entre ellas en la que se garantiza esa Obra Social de la que hablamos (e imagino que cierto control por parte del partido -o, peor, viceversa, aunque sólo sea por la sintonía de idearios identitarios). Y es que, aunque duela (no hay que olvidar la flagrante contradicción que supone declararse nacionalista y progresista), el partido de izquierdas que gobierna la ciudad más grande en España ya no es IU con Córdoba, sino Bildu con la capital guipuzcoana. Porque hay que reconocer que, debajo de toda esa caspilla We, the basques, de vez en cuando, como aquí, legislan a la izquierda. La pena es que el ascendente progresista no sea más que una planta del edificio del ideario político de este partido.