Las influencias vienen de todas partes y van a todas partes, pero rara vez se es plenamente consciente de su peso específico, ya que el influido no suele reconocerlo (en ocasiones ni para sí mismo). Que vengan de Belorado, Irlanda, Valladolid o Villanueva de la Serena, y vayan a Sopeña, Pucela o Nicaragua, el hecho es que circulan y es de lo mejor que puede haber en las relaciones sociales. Algún día regresaré de verdad al ermitañismo que caracterizó mi erasmus en esta misma ciudad, pero mientras tanto, oiga, que nos quiten lo bailao.