Este señor estrenó su primera película en 2006 sin pena ni gloria. Concursante lo tenía todo, y digo todo, para arrasar en la taquilla española y, por qué no, fuera. Es un thriller comercial de izquierdas (ya, ya: contradictio in terminis) de buena calidad, de esos que no abundan pero que suelen pegar el petardazo (La Habitación de Fermat sería la otra excepción, aunque el fracaso fue menor). Una película que terminaba dejando en bragas todo el sistema económico a través de los problemas a los que se enfrenta el ganador de un concurso de la tele. Es muy entretenida y acelerada y está bien hecha y el protagonista es guapo y no hay quien entienda por qué fracasó. Otro de esos errores de la industria del cine español, que no supo ver la joya que tenía entre manos (poca promoción para una película tan comercial, etc.).
Y ahí tenemos a Cortés ahora, conquistándolo todo (perdón, estaba a huevo) con Buried (otro thriller, barato esta vez), una película española que nadie considera como tal (rodada en inglés, lanzada gracias a Sundance) puesto que el éxito le está viniendo de allá en primer lugar. Otro director español que emigra (por falta de reconocimiento, como todos los que salen en los recientes reportajes de El País sobre los jóvenes que se van a trabajar al extranjero, ejem) pero al menos merecida venganza por el injusto fracaso de la anterior. Zas! En toda la boca.