PAN Y JUEGOS
Puede haber una relación intrínseca entre la democracia y los juegos olímpicos. No parece casual el resurgimiento de estos en la era moderna. Algunos tenderán a pensar: "Claro, la bonanza democrática ha propiciado la vuelta de los juegos, así como su internacionalización", pero los tunantes sabemos que no es así. Que los decisores decidieron que bueno, que vale, que vamos a tener democracia, pero sin pasarse: necesitamos algo que reduzca la efusividad participativa de los legos. "Pan". No, de eso ya tienen. "Mierda, ¿Qué entonces?"
Dirán ustedes: "¿¡Pero si nos contaba ayer que la cortina de humo no era el fútbol y blablabla!?" Ciertamente, la cosa se complica: aquí la niebla la pone China. Corrijo: el tratamiento mediático de los estandartes de la comunicación occidental hacia este país y su corte de mangas para con los derechos humanos. Vamos, que se habla de la falta de libertades en China para que nos olvidemos un poco de toda la situación económica mundial, nada menos. Pero lo más perverso es que terminamos pensando en los juegos como algo importante, que trasciende el mundo del deporte espectáculo para instalarse con sorna en el de la cultura de masas. Y, en consecuencia, ni siquiera somos conscientes del proceso de alienación. No me digan que no roza lo prodigioso. Por eso el comunismo era tan peor que el capitalismo: no eran capaces de ocultar los mecanismos de dominación.
Un día habrá que estudiar la relación intrínseca que existe entre la pujanza económica de un país y los resultados de sus deportistas profesionales. Porque ahí hay gato encerrado, no me jodan. A ver si los americanos, y ahora nosotros, somos una raza superior con unos genes para la fórmula 1 o el tenis.
A ver cuántas medallas consigue nuestra gloriosa Nación. Porque esa es otra. El circo sirve hoy, más que entonces, para recordarnos que somos españoles y no cualquier otra chorrada de medio pelo. No se engañe: usted no va a seguir los juegos por TVE, usted va a ver cómo la élite de la ciudadanía española mea el territorio para que los embajadores de otras tribus reconozcan que su dominación sobre ellos viene dictada de arriba (por la mano invisible: nuestros impuestos y los patrocinios de marca, que es de lo que viven -subvenciones- y de lo que se enriquecen -imagen- los deportistas de élite). Somos españoles, y por eso nos preocupa el Santander en Venezuela o Repsol en Bolivia. Porque en el fondo cada vez que un empresario español no aumenta sus beneficios, nuestro orgullo se lleva una hostia.
Dirán ustedes: "¿¡Pero si nos contaba ayer que la cortina de humo no era el fútbol y blablabla!?" Ciertamente, la cosa se complica: aquí la niebla la pone China. Corrijo: el tratamiento mediático de los estandartes de la comunicación occidental hacia este país y su corte de mangas para con los derechos humanos. Vamos, que se habla de la falta de libertades en China para que nos olvidemos un poco de toda la situación económica mundial, nada menos. Pero lo más perverso es que terminamos pensando en los juegos como algo importante, que trasciende el mundo del deporte espectáculo para instalarse con sorna en el de la cultura de masas. Y, en consecuencia, ni siquiera somos conscientes del proceso de alienación. No me digan que no roza lo prodigioso. Por eso el comunismo era tan peor que el capitalismo: no eran capaces de ocultar los mecanismos de dominación.
Un día habrá que estudiar la relación intrínseca que existe entre la pujanza económica de un país y los resultados de sus deportistas profesionales. Porque ahí hay gato encerrado, no me jodan. A ver si los americanos, y ahora nosotros, somos una raza superior con unos genes para la fórmula 1 o el tenis.
A ver cuántas medallas consigue nuestra gloriosa Nación. Porque esa es otra. El circo sirve hoy, más que entonces, para recordarnos que somos españoles y no cualquier otra chorrada de medio pelo. No se engañe: usted no va a seguir los juegos por TVE, usted va a ver cómo la élite de la ciudadanía española mea el territorio para que los embajadores de otras tribus reconozcan que su dominación sobre ellos viene dictada de arriba (por la mano invisible: nuestros impuestos y los patrocinios de marca, que es de lo que viven -subvenciones- y de lo que se enriquecen -imagen- los deportistas de élite). Somos españoles, y por eso nos preocupa el Santander en Venezuela o Repsol en Bolivia. Porque en el fondo cada vez que un empresario español no aumenta sus beneficios, nuestro orgullo se lleva una hostia.
Ohh que bonitas las fotos de la cupula geodesica....
ResponderEliminarTambién fue muy bonita la tormenta que nos cayó a continuación...
ResponderEliminar¿Era cerveza eso que tomabas en la mezquita?
ResponderEliminarEl pajarito que muestras me recuerda a un monasterio uniata que visité en Estonia: era el monasterio de los seres vivos, una especie de hospital para recuperar especies y que no se extinguieran (se supone que peregrinan hasta allá, pero no me quedó claro si lo hace todo individuo o sólo un representante de cada especie). Lleno de plantas incluso en el altar, animalitos, y oraciones ad hoc para cada especie conocida (por los monjes). Enternecedor.
Si te interesa el bicho en cuestión P tiene un publireportaje de unas 30 fotos, sólo o acompañado por otro amigo.
ResponderEliminarFíjate si estuvo entretenido que me dio tiempo a beberme la minicerveza de los dos...
que es un té a la menta!
ResponderEliminarque luego la gente se lo cree!
Vive le Pablé! ¡¡La única persona que bebe alcohol en una mezquita!!
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