12 de mayo de 2012

12M VS 15M

No sé si lo saben, o les da igual, o ya lo han dado todo por perdido, pero hoy es el famoso #12M#15M. El concepto de famoso en nuestros tiempos, estos en los que El País abre con una noticia a cinco columnas día sí y día también, es cuando menos relativo.
Servidor hace ya tiempo que piensa en el 15M en pasado, no porque ya no sea, sino porque tiene la certeza de que esa vía (la pacífica) ha dejado de ser viable hace ya un Rato. Por supuesto la legitimidad social del mismo (aquel famoso 70% de apoyo popular, es decir, mucho mayor que la suma de TODA la gente de izquierdas en España) reside precisamente en ese rechazo frontal, primario, instintivo, irreflexivo, de la violencia, que permite que mucha gente simpatice con este movimiento aunque no participe en él. Y es claro que si esto deja de ser así terminará estigmatizado (y olvidado) como en su momento lo fuera cualquier otro movimiento radical previo, vease lo que le paso a los Weather Underground entre muchos otros).
Ahora, la ingenuidad que rezuma tal divisa sólo puede explicarse por la contaminación de lo políticamente correcto, esto es, del pensamiento dominante, único, que por fin demuestra haber infiltrado absolutamente todas las capas de la sociedad, dejando tan sólo en una esquina maloliente a la calaña paraterrorista, incapaz de articular discurso alguno ante la putrefacción democrática ambiente.
Defender hoy que la protesta contra el sistema ha de canalizarse exclusivamente por vías escrupulosamente democráticas y pacíficas (como si ambas cosas fueran equiparables, dicho sea de paso: qué falta de perspectiva histórica) releva de un grado de ingenuidad similar con el que esas mismas personas se indignan cuando escuchan a los más desinformados soltar el clásico "los recortes públicos no son deseables, pero en estos momentos son la única solución posible".
El pensamiento único, sí, pero por partida doble. O, retomando la estupenda portada de Hermano Lobo:
- "O nosotros o el caos"
- "El caos, el caos!"
- "Es igual, también somos nosotros"
Ahora, que tuviera que retractarme de aquí a tres días (o a tres años) sería absolutamente maravilloso. Pero, en tiempos en los que el efecto Obama dura hasta que gana un Nobel y el efecto Hollande apenas unos días, permítanme que lo dude.
Ya lo dijo no sé qué presidente de EEUU: obligadme ahora desde la calle a llevar a cabo las reformas prometidas, porque sin manifestaciones populares los poderes fácticos se crecerán y no cambiará nada. Obviamente la gente dejó de manifestar cuando ganó el candidato que les representaba, y nada (o poco ) cambió. Seguimos sin entender la Democracia. Y de ahí a decir que no la merecemos media un paso cada vez más corto. Ultraderecha antisistema (Marine Le Pen!) mediante, igual lo cruzamos antes de lo previsto.
"Ya lo hemos hecho: aquí no hay Democracia Real", replicará un indignado (o yo mismo). Pero, entonces, dónde están las piedras, la sangre, los muertos: el horror ante la realidad creada por el sistema?